¡Holas! Es la primera vez que escribo de este género, así que espero que les gusten ambos relatos (acá el anterior)... Este fue hecho para un concurso en Dark Guardians....
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Era una noche lluviosa, la tormenta arreciaba cada vez un poco más, delante del parabrisas tenía prácticamente una nube blanca formada por las gotas que caían con fuerza y los rayos alumbraban constantemente el negro azul del cielo. Sola en la carretera, ya me estaba comenzando a asustar. Luego de un par de kilómetros rezando para que la tormenta acabara o para al menos conseguir algo de civilización, mis ruegos fueron escuchados. Divisé unas luces a lo lejos y sonreí agradecida, ya no tendría que seguir manejando con tal mal tiempo.
Llegué a la gasolinera de un pueblo y me estacioné. Revisé en mi mapa para ubicar el lugar, estaba en el condado “Dark Guardians”. Una tienda cercana tenía una luz titilante. Salí corriendo del auto con mi bolso abrazado a mi pecho y las llaves del carro en la mano. El agua estaba helada y la brisa era fuerte. Al entrar en la tienda pude ver que la luz que titilaba era una lámpara de keroseno. Genial, no había electricidad. Todo estaba en penumbras, alumbrado sólo por el resplandor dorado procedente del suave fuego cuyo crepitar lo ahogaba el ruido de la lluvia. Los relámpagos también hacían su parte, iluminando el interior de la tienda de vez en cuando, dando forma y figura a los diferentes objetos irreconocibles en la oscuridad.
-Buenas noches. –dije esbozando una sonrisa amable, a pesar de haber recorrido apenas unos pocos metros, mi cabello al igual que mi ropa, chorreaba agua.
-¡Jum! ¿Qué de buenas tienen muchachita, es que no has visto la tormenta que nos azota? ¡Puf! Buenas noches un carajo.
La respuesta tan cortante me sorprendió. Todo lo que dijo era verdad, pero hay que ver las maneras, igual yo solo trataba de ser educada. El frío comenzaba a colarse hasta mis huesos, no tenía tiempo para sentirme ofendida, así que desechas las formalidades…
-Disculpe, me preguntaba si tenían un lugar donde pasar la noche, necesito un sitio para quedarme. –dije y señalé hacia la calle que apenas se lograba ver.
-¡Já! Pasar la noche –escupió la señora. Justo en ese instante los bombillos parpadearon y por unos segundos todo se iluminó.
Unos viejos estantes cargados de comida y víveres. Una nevera de la que salía agua, unos ventanales tapados con madera y la señora regordeta sentada en una silla detrás del mostrador. Con la misma rapidez la luz se esfumó. Fue una esperanza efímera, todo se tiñó de negro. Tomó un rato para que mis ojos se acostumbraran de nuevo, parpadeé un par de veces.
-Bien muchachita, tengo una habitación en mi casa.
La voz me sobresaltó, tanto que di un pequeño brinco y me di la vuelta hacía el lugar de dónde procedía el sonido, justo detrás de mí. Aunque no pude ver mucho, la silueta de una persona se distinguía desde la esquina más alejada del lugar. Era un hombre.
-¡Bah! Déjate de tonterías Earl, la niña no se va a quedar en tú casa. –respondió la señora antes de que siquiera pudiera haber pensado una respuesta, pero algo dentro de mí agradeció la intervención. -¿Tienes metálico muchachita? –continuó hablando la señora.
-Eh, esto… -revisé con rapidez mi monedero. –Eh, si, tengo algo de efectivo.
-Bien. –respondió la señora en el mismo tono poco amable. –Vamos, -Salió del mostrador e hizo un gesto para que la siguiera.
Me preocupaba volver de nuevo a la lluvia, pero me consolé pensando que era momentáneo, solo hasta que llegara a mi refugio para esa noche. La señora primero fue a un armario que estaba al lado de la puerta y salió abrigada con un impermeable tendiéndome otro.
-Hasta que lleguemos a la habitación, me lo devuelves luego en la mañana. –yo estaba demasiado agradecida como para seguir haciendo caso a sus malas maneras y simplemente asentí.
Al abrir la puerta la brisa nos azotó con fuerza, pero aquella mujer se mantuvo imperturbable. Caminamos un par de calles por lo que supuse debía ser la avenida principal del pueblo. La lluvia seguía tan cerrada como antes y a duras penas distinguía a la señora que iba caminado delante de mí. Finalmente llegamos al lugar.
-No es el mejor lugar, pero no hay más. No estamos acostumbrados a las visitas de forasteros, debes haberte perdido por la lluvia. –subimos las escaleras de un porche. –No deberías estar fuera de casa en una noche como esta, -debajo de la capucha del impermeable pareció que negaba con su cabeza. –No, no deberías. –suspiró con fuerza. –Mira niña, no le abras a nadie, no te asomes a la ventana y te irá bien. –abrió la puerta y pasó por delante de mí. Encendió la calefacción y el motor hizo un ruido fuerte. Al menos estaba seco dentro. –Esta casa ha estado vacía bastante tiempo, pero la mantenemos limpia. Son 40 la noche. –dijo a la vez que me tendía las llaves. Saqué el dinero y le pagué. De inmediato la señora se fue refunfuñando cosas imposibles de entender.
La casa era espantosa. Una casa realmente abandonada. Probé con la luz y no funcionaron las bombillas. Probablemente estaban quemadas puesto que la calefacción funcionaba. Me comencé a quitar el impermeable y sentí que algo pasó detrás de mí. Me di la vuelta con violencia, con el corazón latiendo en mi garganta. No había nada, nada que pudiera ver. Traté de tranquilizarme y respirar con calma. De repente las palabras de la señora regresaron a mí “No deberías estar fuera de casa esta noche” ¿Esta noche? ¿Qué tenía de especial esta noche? No estaba segura. Dejé el impermeable en una silla y también me quite el suéter, estaba empapado.
Caminé hacía la cama y de nuevo sentí esa extraña presencia detrás de mí. Un fuerte escalofrío me recorrió el cuerpo y me erizó el bello de la nuca. Volteé y de nuevo no vi nada.
-¿Pero qué demonios? –dije en voz alta. No creía en fantasmas, ni nada que se le pareciera. Simplemente estoy cansada, me dije, es solo eso.
Quité la sabana de la cama y terminé de quitarme la ropa mojada, al final me quede sólo con la franela. Me metí en la cama, aún seguía fría. Aún así era mejor que la ropa húmeda, mejor que estar en la carretera con semejantes condiciones.
Eso fue lo que pensé al principio.
La luz se encendió de repente, pintando todo de color, las paredes de un amarillo viejo, parecían cobrar vida y unas personas aparecieron delante de mí. Instintivamente me llevé la sabana hasta el cuello y me senté totalmente pegada a la cabecera de la cama. La habitación era peor de lo que había imaginado pero nada de eso llamó mi atención, ni el estilo antiguo y desvencijado de los enceres, ni las telarañas y demás animales rastreros como ratones y cucarachas que salieron corriendo a esconderse en los rincones.
Mis ojos no podían apartarse de la visión que tenía frente a mí.
Un hombre y una mujer. Estaban discutiendo y parecían no darse cuenta de mi presencia. Estaba tan aterrada que no podía mover ni un solo músculo de mi cuerpo. ¿Quiénes eran ellos? ¿Cómo demonios habían llegado hasta ahí? Estaban peleando, discutían con furia y aunque podía ver que sus labios se movían no escuchaba nada de lo que decían. Era como ver una película en silencio.
Ella lanzó el primer golpe, lo golpeó en la cara, él no se quedo atrás y le devolvió el golpe lanzándola al suelo con el impacto. Cuando ella alzó su mirada incrédula hacia el hombre, de su labio brotaba una fina línea roja. Sus ojos a cada instante un poco más brillantes de ira.
No entendía absolutamente nada.
La mujer se levantó y se lanzó sobre él. Esta vez él la tomo de los brazos y la lanzó lejos, pero ella tuvo la mala fortuna de caer cerca de una mesa y de golpearse en el rostro con ella. Podía ver las lágrimas brotar de sus ojos y su rabia era tan fuerte que casi se podía palpar en el aire.
El hombre siguió gritando y haciendo gestos con sus manos en todas direcciones, hasta que se dio la vuelta hacia la puerta. Entonces la mujer se arrastró por el suelo y se abrazó a sus piernas. Toda ira había desaparecido de sus ojos, siendo reemplazada por puro y auténtico terror.
Pero él no daría su brazo a torcer. Sacudió sus pies para deshacerse de ella, los agitó con violencia hasta que la mujer quedó tendida en el suelo, llorando.
Sin embargo para la mujer no terminaría así, se levantó con decisión y tomó un objeto de una mesa cercana. De nuevo se abalanzó sobre él, le dio por la espalda pero no con la suficiente fuerza. Lo que consiguió con aquello fue molestarlo más. Él se dio la vuelta y forcejearon hasta que logró quitarle el objeto.
El rostro de la mujer se llenó de nuevo de terror, retrocedió despacio, como si con movimientos bruscos pudiera despertar en él una mayor reacción. Ella hacía gestos de súplica con sus manos, pero no les sirvieron de nada. Él avanzó con pasos firmes y la golpeó. La mujer cayó de nuevo al suelo, inconciente y en esta ocasión él se puso a horcajadas sobre ella y siguió golpeándola, una y otra vez con brutalidad.
Con su último aliento la mujer volteó el rostro hacía mí y me sonrió.
-Bienvenida a Dark Guardians, de aquí no saldrás jamás. –escuché con toda claridad.
Desperté con las sabanas pegadas al cuerpo y empapada en sudor. El corazón martilleando con fuerza en mi pecho. El calendario de la mesa de noche me recordó que era noche de brujas. Todos los años soñaba exactamente lo mismo. Como odiaba esa festividad.
-Disculpe, me preguntaba si tenían un lugar donde pasar la noche, necesito un sitio para quedarme. –dije y señalé hacia la calle que apenas se lograba ver.
-¡Já! Pasar la noche –escupió la señora. Justo en ese instante los bombillos parpadearon y por unos segundos todo se iluminó.
Unos viejos estantes cargados de comida y víveres. Una nevera de la que salía agua, unos ventanales tapados con madera y la señora regordeta sentada en una silla detrás del mostrador. Con la misma rapidez la luz se esfumó. Fue una esperanza efímera, todo se tiñó de negro. Tomó un rato para que mis ojos se acostumbraran de nuevo, parpadeé un par de veces.
-Bien muchachita, tengo una habitación en mi casa.
La voz me sobresaltó, tanto que di un pequeño brinco y me di la vuelta hacía el lugar de dónde procedía el sonido, justo detrás de mí. Aunque no pude ver mucho, la silueta de una persona se distinguía desde la esquina más alejada del lugar. Era un hombre.
-¡Bah! Déjate de tonterías Earl, la niña no se va a quedar en tú casa. –respondió la señora antes de que siquiera pudiera haber pensado una respuesta, pero algo dentro de mí agradeció la intervención. -¿Tienes metálico muchachita? –continuó hablando la señora.
-Eh, esto… -revisé con rapidez mi monedero. –Eh, si, tengo algo de efectivo.
-Bien. –respondió la señora en el mismo tono poco amable. –Vamos, -Salió del mostrador e hizo un gesto para que la siguiera.
Me preocupaba volver de nuevo a la lluvia, pero me consolé pensando que era momentáneo, solo hasta que llegara a mi refugio para esa noche. La señora primero fue a un armario que estaba al lado de la puerta y salió abrigada con un impermeable tendiéndome otro.
-Hasta que lleguemos a la habitación, me lo devuelves luego en la mañana. –yo estaba demasiado agradecida como para seguir haciendo caso a sus malas maneras y simplemente asentí.
Al abrir la puerta la brisa nos azotó con fuerza, pero aquella mujer se mantuvo imperturbable. Caminamos un par de calles por lo que supuse debía ser la avenida principal del pueblo. La lluvia seguía tan cerrada como antes y a duras penas distinguía a la señora que iba caminado delante de mí. Finalmente llegamos al lugar.
-No es el mejor lugar, pero no hay más. No estamos acostumbrados a las visitas de forasteros, debes haberte perdido por la lluvia. –subimos las escaleras de un porche. –No deberías estar fuera de casa en una noche como esta, -debajo de la capucha del impermeable pareció que negaba con su cabeza. –No, no deberías. –suspiró con fuerza. –Mira niña, no le abras a nadie, no te asomes a la ventana y te irá bien. –abrió la puerta y pasó por delante de mí. Encendió la calefacción y el motor hizo un ruido fuerte. Al menos estaba seco dentro. –Esta casa ha estado vacía bastante tiempo, pero la mantenemos limpia. Son 40 la noche. –dijo a la vez que me tendía las llaves. Saqué el dinero y le pagué. De inmediato la señora se fue refunfuñando cosas imposibles de entender.
La casa era espantosa. Una casa realmente abandonada. Probé con la luz y no funcionaron las bombillas. Probablemente estaban quemadas puesto que la calefacción funcionaba. Me comencé a quitar el impermeable y sentí que algo pasó detrás de mí. Me di la vuelta con violencia, con el corazón latiendo en mi garganta. No había nada, nada que pudiera ver. Traté de tranquilizarme y respirar con calma. De repente las palabras de la señora regresaron a mí “No deberías estar fuera de casa esta noche” ¿Esta noche? ¿Qué tenía de especial esta noche? No estaba segura. Dejé el impermeable en una silla y también me quite el suéter, estaba empapado.
Caminé hacía la cama y de nuevo sentí esa extraña presencia detrás de mí. Un fuerte escalofrío me recorrió el cuerpo y me erizó el bello de la nuca. Volteé y de nuevo no vi nada.
-¿Pero qué demonios? –dije en voz alta. No creía en fantasmas, ni nada que se le pareciera. Simplemente estoy cansada, me dije, es solo eso.
Quité la sabana de la cama y terminé de quitarme la ropa mojada, al final me quede sólo con la franela. Me metí en la cama, aún seguía fría. Aún así era mejor que la ropa húmeda, mejor que estar en la carretera con semejantes condiciones.
Eso fue lo que pensé al principio.
La luz se encendió de repente, pintando todo de color, las paredes de un amarillo viejo, parecían cobrar vida y unas personas aparecieron delante de mí. Instintivamente me llevé la sabana hasta el cuello y me senté totalmente pegada a la cabecera de la cama. La habitación era peor de lo que había imaginado pero nada de eso llamó mi atención, ni el estilo antiguo y desvencijado de los enceres, ni las telarañas y demás animales rastreros como ratones y cucarachas que salieron corriendo a esconderse en los rincones.
Mis ojos no podían apartarse de la visión que tenía frente a mí.
Un hombre y una mujer. Estaban discutiendo y parecían no darse cuenta de mi presencia. Estaba tan aterrada que no podía mover ni un solo músculo de mi cuerpo. ¿Quiénes eran ellos? ¿Cómo demonios habían llegado hasta ahí? Estaban peleando, discutían con furia y aunque podía ver que sus labios se movían no escuchaba nada de lo que decían. Era como ver una película en silencio.
Ella lanzó el primer golpe, lo golpeó en la cara, él no se quedo atrás y le devolvió el golpe lanzándola al suelo con el impacto. Cuando ella alzó su mirada incrédula hacia el hombre, de su labio brotaba una fina línea roja. Sus ojos a cada instante un poco más brillantes de ira.
No entendía absolutamente nada.
La mujer se levantó y se lanzó sobre él. Esta vez él la tomo de los brazos y la lanzó lejos, pero ella tuvo la mala fortuna de caer cerca de una mesa y de golpearse en el rostro con ella. Podía ver las lágrimas brotar de sus ojos y su rabia era tan fuerte que casi se podía palpar en el aire.
El hombre siguió gritando y haciendo gestos con sus manos en todas direcciones, hasta que se dio la vuelta hacia la puerta. Entonces la mujer se arrastró por el suelo y se abrazó a sus piernas. Toda ira había desaparecido de sus ojos, siendo reemplazada por puro y auténtico terror.
Pero él no daría su brazo a torcer. Sacudió sus pies para deshacerse de ella, los agitó con violencia hasta que la mujer quedó tendida en el suelo, llorando.
Sin embargo para la mujer no terminaría así, se levantó con decisión y tomó un objeto de una mesa cercana. De nuevo se abalanzó sobre él, le dio por la espalda pero no con la suficiente fuerza. Lo que consiguió con aquello fue molestarlo más. Él se dio la vuelta y forcejearon hasta que logró quitarle el objeto.
El rostro de la mujer se llenó de nuevo de terror, retrocedió despacio, como si con movimientos bruscos pudiera despertar en él una mayor reacción. Ella hacía gestos de súplica con sus manos, pero no les sirvieron de nada. Él avanzó con pasos firmes y la golpeó. La mujer cayó de nuevo al suelo, inconciente y en esta ocasión él se puso a horcajadas sobre ella y siguió golpeándola, una y otra vez con brutalidad.
Con su último aliento la mujer volteó el rostro hacía mí y me sonrió.
-Bienvenida a Dark Guardians, de aquí no saldrás jamás. –escuché con toda claridad.
Desperté con las sabanas pegadas al cuerpo y empapada en sudor. El corazón martilleando con fuerza en mi pecho. El calendario de la mesa de noche me recordó que era noche de brujas. Todos los años soñaba exactamente lo mismo. Como odiaba esa festividad.
Nos leemos
Que miedo con eso ultimo que dijo la mujer!! el relato es muy bueno y me gustan mucho tus descripciones..
ResponderEliminarBesos :)
¡Si! eso ultim que dice la mujer me pareció genial, que sueña con eso todos los años O_O' que miedo, yo iria al psicologo xD me gusta muchísimo como escribes :D
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Kate, que bueno que te guste, también tu relato me gustó jejeje xD
ResponderEliminarGracias Alexis, me alegra mucho que te guste de verdad ^_^
Nos leemos xD